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viernes, 29 de enero de 2010

Capítulo 2

Pasó el día y cuando salimos del instituto, Ester me dijo:
-Miranda, yo sé que a ti no te gusta hablar del tema pero, escúchame por favor. Inténtalo.
-Que intente… ¿el qué?
-Pregúntaselo
-Ester, dame detalles, ¿Qué intento? ¿Qué pregunto? ¿A quién pregunto?
-Que le preguntes a César si a él le gustas, que lo intentes.
En ese momento me di cuenta de que César estaba justo delante mía pero al parecer Ester no le había visto y seguía hablando de él lo suficientemente fuerte como para que él, a la distancia que estaba, se enterase.
-Cállate Ester, este no es ni el momento ni el lugar adecuado para hablar del tema, por favor.
-¿Por qué?
Le di un empujoncito y le señalé con la mirada, Ester lo vio y se calló en seguida. Pasé por su lado y, Ester, sabiendo como me molesta que me hagan eso, me empujó hacia él. Yo me aparte antes de que pudiera haber pasado algo que no debería, no sé como no se dio cuenta de que estábamos hablando de él y ni tampoco de que, Ester, con todo el descaro del mundo, me empujó hacia él.
Cuando ya estábamos a una distancia prudente, le dije a Ester, un poquito enfadada:
-Ester, ¿por qué lo has hecho?
-Lo siento, ha sido sin querer.
-Sí, ya…claro.
-¿No me crees?
-No es que no te crea, es que me ha dado coraje. No sé como pasa pero siempre me tengo que chocar con él, o encontrármelo, o hablar de él, o incluso, pensar en él.
-Puede que sea una señal ¿no?
-¿Y qué me intentan decir con esa señal?
-Que primero lo intentes y luego si no pasa lo que tiene que pasar, por lo menos lo sabrás pero no podrás decir que no lo has intentado.
-Bueno…mira si te sirve de algo, me lo pensaré… ¿vale?
-Vale, con eso me conformo =)
Ester, la cualidad o el defecto que tenía era la cabezonería. No sé como pero casi siempre me convencía, era persuasiva y me conocía bien, eso era bueno por una parte y malo por otra.
Así que esa noche pensé en qué hacer.
Por una parte, si le preguntaba, por fin lo sabría y, si no quería conmigo, por lo menos estaría segura pero, como lo más seguro era que me dijese que no, no quería ponerme en ridículo delante de sus amigos y, menos, delante de él. Pero si no le preguntaba, él no sabría nunca que yo quiero con él y habría abandonado sin luchar, yo no era una cobarde ni tampoco una gallina. Así que, debido a que estaba cansada y algo nerviosa, no se cómo se me paso por la cabeza pero decidí que lo mejor era preguntárselo y aclarar de una vez por todas este tema, lo que pretendía hacer era, como siempre me encontraba con César en los pasillos del instituto, llamarlo y preguntárselo en privado porque como lo hiciese con todos sus amigos y mis amigas, se iba a liar un buen barullo y prefería evitarlo, pero en verdad, ni me imaginaba lo que iba a pasar.

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